jueves, 27 de junio de 2013

La vorágine: Agradable sorpresa

Busqué y busqué una manera de leer en medio de la difícil situación económica y me reencontré con la biblioteca, pedí poderme llevar un libro y escogí el clásico de José E. Rivera, La Vorágine. Tenía varias razones: Es un texto de lectura obligatoria para cualquier docente de literatura, tenía temas en común con El sueño del celta el libro de Vargas Llosa que leí en 2011 y además me servía para indagar acerca de ese mundo terrorífico de las caucherías que el general Uribe Uribe denunció a comienzos del siglo pasado.

Lo primero que me sorprendió fue la agilidad del relato: pensaba que el texto iba a ser como María, pródigo en descripciones y extenso en sentimientos. Aquí las acciones de Arturo y Alicia transcurren entre las descripciones más indispensables y a la vez líricas del llano y la selva, los apartes cortos también contribuyen a dar celeridad a la narración.

Siempre pensé que en estos textos no había alternancia de tiempo, pero en La Vorágine el autor sabe con audacia generar la intriga saltando de un momento intenso a otro de menos emoción, como en el que Arturo por fin logra encontrarse con Griselda, que obliga al lector, antes de que hablen, a leer uno de esas reflexiones poéticas que se hace el protagonista, antes de que empiecen a hablar, un punto más a favor del autor.

¡qué fuerza lírica la que tiene este relato! me encantó porque a veces me sentía leyendo poesía en medio de las desventuras de Arturo Cova y sus compañeros, nunca me había sentido tan cerca de comprender ese concepto de prosa poética, como las imprecaciones que le hace a la selva, las reflexiones sobre la naturaleza que lo rodea, entre otras.El título está bien puesto: me sentía arrebatado por la fuerza del relato.

Había leído las historias de Horacio Quiroga, donde el hombre y la selva están en una lucha constante, él, tratando de explotarlo y ella, defendiéndose de los ataques, pero en La Vorágine la selva aparece personificada, es ella quien atemoriza a Arturo, el viejo Clemente Silva reconoce en esa demencia la venganza de la selva, "usted ha sentido el embrujamiento de la montaña" le dice. Hay una correspndencia  de odio entre el explotador y el árbol desangrado, el final nos deja claro quien venció.

Hay, como en todos los relatos del realismo, un trabajo documental excelente: los ríos, las selvas, los pueblos, están detallados exactamente, la vida de los indios, los caucheros, los siringueros contados con un dramatismo estremecedor, los testimonios que dan personajes ficticios que pueden ser reales: las desventuras de Clemente Silva en busca, primero de su hijo y luego de sus huesos; de la Madona que recurre a la sensualidad para salir avante en sus negocios y la del amigo que, decepcionado del amor, cae en manos del sistema opresor de la cauchería parecen haber sido fidelignos, Rivera habla del periodista Saldaña Roca, que también es mostrado por Vargas Llosa en El sueño del celta y también, sin nombre nos habla del francés y del visitador, que no es otro que Roger Casement, el personaje central en la obra del Nobel peruano.

El personaje de Arturo Cova merece un aparte especial ya que lo veo como un hombre lleno de contradicciones: es colérico con las mujeres, pero quiere ser el justiciero de las atrocidades que sufren los caucheros, quiere ser el justiciero de los caucheros, pero es un personaje amoral, parece no creer en la justicia, pero busca al cónsul para que le ayude con la denuncia, dice que nunca se ha apasionado por mujer alguna, pero se juega su nombre por Alicia, se muestra brutal con algunos de los mismos indios y caucheros a los que quiere libertar, es un poeta idealista que quiere hacer negocios en los llanos, la mejor definición de él es la que le da Franco: "un desequilibrado tan impulsivo como teatral".

Lamento que por el apuro (no sé de qué) no haya puesto la atención a los detalles, hay muchas situaciones y nombres que no pude relacionar con los hechos y muchos de los negocios, tratos, acuerdos, entre los personajes, no me quedaron claros, creo que una debilidad es que el libro tiene muchos personajes secundarios (Millán, Pezil, Coutinho, Clarita, Zubieta, el cayeno) que a veces hacían difícil rastrear la historia.

Para concluir, debo decir que La Vorágine me sorprendió muy gratamente, ahora entiendo por qué es considerado un clásico de nuestra literatura.
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