lunes, 7 de enero de 2013

Mi caballero de la triste figura




¿Es que hay algo más trillado en literatura española que Don Quijote? Supongo que no. Aún sin haberlo leído todos saben la trama (lo cual parece una maldición a la que están condenados los clásicos) y cientos de estudiosos, a lo largo de la historia le han dado distintas interpretaciones a esa ópera prima de la novela española y mundial.  Desde hace dos años estoy dando la cátedra de lengua castellana en los grados décimo y en algunos pre icfes he tenido que tocar el tema de Don Quijote, me atormentaba un poco no haberlo leído todavía y me propuse al menos la primera parte antes de terminar este año: a tres horas y media estoy escribiendo este sencillo comentario.

Cuando explicaba el tema de la novela les decía a mis estudiantes que una de sus diferencias con el cuento era la diversidad de historias que tenían como eje central a una. Don Quijote, la novela primitiva, nos va mostrando la multiplicidad de historias que se tejen como quien hace una lasagna, una historia sobre otra; más que todo en la venta, cuando los huéspedes van llegando y se van encontrando Don Fernando y Dorotea, Cardenio y Luscinda, y los otros. En medio de esa necesidad de contar estas historias me da la impresión de que, en ciertos momentos, el autor se “encarta” con don Quijote, no sabe qué hacer con él mientras las otras historias se cuentan; Ahora, nada de eso le resta sabor a lo que se relata: en la literatura moderna hay otras técnicas para contarlas, pero esta es la primera que lo hace y por eso es admirable, tal vez algo rudimentaria, pero admirable.

Si bien es cierto que la longitud de la novela permite cambios en los personajes también es que el de Don Fernando, de villano a héroe, en dos o tres párrafos no parece muy coherente.  Es uno de los lunares, además de los errores del asno de Sancho que ha sido robado y luego aparece sin explicación
Por lo que había leído y consultado en los libros de texto, pensé que Don Quijote sería un tipo pacífico, sin embargo le dice a Sancho: las armas tienen por fin y objeto la paz. Me sorprendió mucho leer esto, puesto que yo me lo imaginaba más bien pacífico, luego caí en cuenta de que es exactamente el reflejo de la vida caballeresca que en su locura desea emular, Sancho tampoco me pareció el sentido común, pues alguien que esté en sus cabales no acolita sin sospechas las aventuras del caballero de la triste figura, tiene algo de demencia disfrazada de ingenuidad. 

Cuando se lee la trillada biografía de Cervantes y luego el libro, se da cuenta de que Don Quijote y Cervantes comparten la mala suerte: el autor ha sufrido un secuestro y dos carcelazos, mientras que el personaje es un hijodalgo venido a menos, Sin embargo, Don Quijote decide lanzarse a su última aventura en vez de quedarse envejeciendo en su hacienda, se decide a vencer el hastío y se embarca en la vida caballeresca y a pesar de las aventuras con los yangüenses (¿de donde vendrá el nombre?) con los molinos de viento y con los demás obstáculos persiste en la idea de reivindicarse con el ideal caballeresco, ahí está su idealismo, su valor como verdadero caballero.

Gocé con las situaciones graciosas, me encantó el reencuentro de Andrés con Don Quijote y sobre todo la conversación que señor y escudero tienen acerca del supuesto encuentro de Sancho con su señora  Dulcinea en el marco de la carta que nunca le entregó. El humor de la obra permite que uno se enamore más de la historia, el asunto del yelmo de mambrino, el susto que pasaron los dos frente a los batanes, y todas esas cuiosas desventuras por las que el caballero de la triste figura va acercándose cada vez más al corazón de quienes lo leen

También me encantó el escrutinio de el cura y el barbero de los libros de caballería y de otros del tiempo de Don Quijote, donde se nombran otras obras de Cervantes, fragmento que se complementará con la parte final de la conversación entre los clérigos acerca de la calidad de la literatura de su tiempo, donde, se quejan, también la superficialidad  es más aceptada que la calidad. 

Desde ya afirmo que uno de mis propósitos para este año es leer la segunda parte y continuar disfrutando de las reflexiones, los errores y las adversidades de este caballero para poder enseñarlo con más ganas y el conocimiento digno de tan magistral obra.