"Fiebre y lanza", el primer libro de la trilogía de
Javier Marías titulada "tu rostro mañana", fue virgen durante más de diez años. En mi casa nadie lo leyó. Probablemente
porque el título se nos hacía un poco incomprensible, porque su autor no era
muy reconocido o porque era muy largo o porque su comienzo no era llamativo, o porque no estábamos listos para leerlo, llegó a nuestro armario
porque mi hermano lo había ganado en un concurso de ortografía, y además del
libro, le dieron el juego del cruzaletras, con el que nos divertimos bastante.
Marías cuenta en primera persona la historia de Jacques
o Jaime o Jacobo Deza, un intelectual español residente en Londres que tiene la
facultad de la presciencia, bonita palabra que aprendí aquí, es decir, de poder
adivinar cómo es la gente y cómo será, todo analizando su comportamiento en
ciertas situaciones. (por eso el nombre un poco confuso del libro) y que debido
a ese talento es reclutado por una especie de servicio de espionaje al estilo
del M15 o M16 británico. Deza acaba de terminar su existencia matrimonial y parece
querer enredarse con una de sus compañeras de trabajo, aunque todavía extrañe a
su esposa y sus hijos que viven en España.
El libro es de tránsito un poco difícil por las
innumerables reflexiones que hace el protagonista a lo largo del texto y que
pueden llegar a suscitar tedio. Si bien es cierto que las conversaciones y las reflexiones están muy bien armadas y a pesar de que toca varios temas, los enlaza con maestría. Los primeros capítulos son difíciles porque no
transcurre nada, no se nos ubica en ninguna parte, no se nos dice de qué manera
va a estar narrada la historia, nada, son unas reflexiones acerca del silencio
y del mal uso que hacemos de él, para después empezar a contextualizarnos en la
historia. Ese exceso de reflexiones le hace perder agilidad a lo interesante
que puede tener el texto, hay que reprimir varios bostezos y es una lástima
porque lo que se cuenta es bastante interesante.
El autor maneja con maestría los tiempos narrativos y
algunas técnicas como la retrospección,
también me parece muy bien elegida la trama de la historia, porque
utiliza la presciencia, no al estilo
presuntuoso de Sherlock Holmes, sino de una manera formal. Además hay en juego unos elementos históricos y literarios
que salvan el exceso de reflexión.
Si me pidieran una calificación de este libro, le daría
un 7, nunca había leído nada de Javier Marías, a quien colegas como Pérez
Reverte le encaran el hecho de ser un “gentleman de Oxford”, pero me ha dejado
con la piquiña de buscar a otros autores contemporáneos de la península, aunque
eso será sin duda, materia pendiente para el año entrante, si Dios quiere.