sábado, 6 de septiembre de 2014

Leyendo a Julio Verne

Julio Verne siempre había sido una materia pendiente para mí. Nunca lo había leído a pesar de que es uno de los recomendados para los jóvenes lectores y eso me había causado siempre un poco de escozor, de manera que entre mis propósitos para este año lo tuve en cuenta y la oportunidad se dió en Julio cuando adquirí en un 'segundazo' "20.000 leguas de viaje submarino" un viejo ejemplar de pasta dura y letra grande que se dejó leer en el curso de un mes.

Transcurridas algunas páginas no me quedó ninguna duda de que, de haberlo leído en mi niñez,  Verne habría sido mi escritor favorito: Las aventuras que viven los personajes son lo que de chico hubiese querido experimentar. La arriesgada misión de la fragata Abraham Lincoln y su encuentro con el narval son el comienzo de la historia, después se da el encuentro con el Nautilus, una de las cosas que me sorprendió fue la manera en que el narrador entra en contacto con el capitán Nemo y sus hombres, me imaginaba una cosa más 'europea' pero allí también tiene lugar la fuerza y el dominio.

El capitán Nemo es un personaje que merece un tratamiento aparte: Es un conocedor notable de la ciencia, pero a la vez odia la civilización, un poco a la manera de  Christopher McCandless, el protagonista de "Hacia rutas salvajes" pero en lugar de internarse en Alaska, el capitán Nemo se refugia en los océanos. "Tan solo en el mar existe la independencia" afirma. Es uno de esos espíritus libres que se rebelan ante lo convencional y deciden partir a la libertad, además tiene un sentido social admirable porque rescata tesoros submarinos para obras sociales en tierra firme. Sólamente al final nos lo quieren mostrar como malo, cuando el autor necesita deshacerse de él y su embarcación, pero es una personaje que demuestra también las dos caras que tenemos los seres humanos.

Es fácil identificar este texto dentro del siglo XIX por el predominio de las descripciones, algunas bastante densas y tediosas, además de las clasificaciones de los seres marinos que podían ser de algún interés para los zoologos, pero no para el lector común a quien no le interesa la familia, o el género de cierto cachalote, ballena o medusa. Este es, creo, uno de los puntos grises de la obra. Me gusta el final porque en el maelstrom se refleja el declive psicológico que sufren el capitán y la tripulación del submarino. 

Este libro me agradó bastante y me ha dejado con la espina de leer otra obra de este genio de la ciencia ficción.